La Revolución del Colibrí: un proyecto de psicología comunitaria gratuita impulsada por exalumno salesiano

A sus 51 años, el psicólogo Alejandro De Barbieri creó la Revolución del Colibrí, una propuesta que brinda atención, contención, apoyo y distintas herramientas gratuitas a personas que necesitan atención de salud mental y no pueden acceder por sus costos.

Desde sus valores salesianos y perspectiva psicológica, Alejandro habló sobre la iniciativa, sus comienzos y su misión. Además, reflexionó sobre la coyuntura de la salud mental a nivel nacional y la importancia de entender que todos somos responsables de la problemática y que “lo que no se habla no se resuelve ni visibiliza”.
 

¿Cómo surgió y cuál es la finalidad de la Revolución del Colibrí?

Surgió en pandemia, hacía un zoom gratis mensual para todo público sobre temas de salud mental y su prevención, muchos se sumaban, pero hace tres meses, nada más, fue que se dio el puntapié inicial de la propuesta. Recibía (y recibo) comentarios por redes sociales de personas que no pueden pagar su tratamiento y dije “tengo que hacer algo distinto”. En ese momento realicé un pedido por Twitter de psicólogos voluntarios, con la condición de tener el título. Comenzamos con el tema de prevención del suicidio, pero lo ampliamos porque las solicitudes eran más amplias. Existen pacientes que esperan cuatro o cinco meses en llegar a tener una consulta con un profesional en el plano público, entonces, en el medio, la Revolución del Colibrí quiere ser una suerte de atención primaria extendida, hasta que la persona pueda tener una atención que esté dentro de sus posibilidades. 
 

¿Cómo funciona la Revolución del Colibrí?

Es un proyecto de salud mental, social, de psicología comunitaria, en el cual se le da al usuario hasta cuatro encuentros gratis con un psicólogo vía virtual. Una vez que termina el cuarto encuentro, el usuario puede acordar un arancel con el profesional, entonces el psicólogo se queda con un paciente por fuera de la red. Vale destacar que el Colibrí es todo voluntariado, tenemos más de 140 psicólogos (empezamos siendo 10) atendiendo en todo el país. Me siento muy feliz de que la propuesta esté teniendo la vida que tiene y que haya una energía tan linda. Es difícil coordinar a 140 profesionales, pero estamos encantados porque colaboramos con un proyecto mayor que nos da sentido y tiene que ver con la espiritualidad, hacer algo por los demás. 
 

¿De qué forma viene evolucionando la Revolución del Colibrí?

Fueron atendidas más de 700 personas en tres meses. Hay muchas solicitudes diarias por lo que también diseñamos dispositivos grupales, armamos grupos para que antes que la persona tenga sus encuentros con el psicólogo individual, pueda estar en reuniones donde se trate su problemática. A su vez, hace un mes abrimos el voluntariado a no psicólogos, ahora tenemos maestros, contadores, educadores, nutricionistas, profesores de educación física. Estos profesionales no atienden pacientes, pero sí integran reuniones grupales. Los temas psicológicos los coordina el psicólogo, pero quienes presentan otras problemáticas que pueden tener otro tipo de apoyo, como hacer un currículum o cuando tienen un hijo  que no quiere estudiar (entre otras cosas), por ejemplo, pueden acceder a reuniones virtuales grupales para tener apoyo desde otros lados.
 

¿Qué desafíos tienen por delante? 

Estamos pensando en un segundo paso que es contar con el apoyo de empresas para tener roles que sean pagos. Después de que las personas tienen los cuatro encuentros, muchos necesitan una terapia. Tengo la intención de buscar empresas que, como parte de su responsabilidad social empresarial y colaboraciones, puedan ser padrinos terapéuticos, que puedan donar para poder pagarle a psicólogos para atender gratis por determinado tiempo a algunos usuarios que necesitan más apoyo que cuatro encuentros. 
 

¿De qué índole son las demandas que más se les presentan?

Las mayores solicitudes son sobre depresión, ansiedad, estrés, intentos de suicidio, problemas familiares con hijos adolescentes, violencia, duelos y pérdidas. 
 

¿Cómo se ha desarrollado la problemática de la salud mental en Uruguay en los últimos años?

Tenemos las mismas cifras que 10 años atrás. En el medio pasó la pandemia, que hizo cosas buenas y malas. La gente que ya estaba con una salud mental precaria y pocos vínculos, generó preocupación. Por otro lado, se legitimó la salud mental, se asumió que es fundamental y, nos dimos cuenta, de forma global, que lo más importante es sentirnos queridos, aparte de tener trabajo y familia. Construir vínculos y generar comunidad es sanador. Una misión es democratizar el acceso a la salud mental, que no solo se atienda el que puede pagar un profesional, porque si no la salud mental queda elitista. Tenemos 10 intentos de suicidios por día en Uruguay, dos suicidios diarios, cada 100 suicidios 80 son de varones, entonces hay una problemática que nos atraviesa. 
 

¿Cómo podemos, personalmente, contribuir a dar vuelta la problemática de la salud mental?

Tomar consciencia de que todos somos agentes de salud mental, todos somos responsables, hay que ver el problema desde todas las aristas. Que una persona no haya podido encontrar a alguien que lo ayude es un problema de todos y todas. A veces las señales que se dan están, pero no las vemos. Es un problema complejo y multicausal, hay factores de riesgo y otros de protección. Dentro de los factores de protección está la capacidad de establecer vínculos para tener empatía. Es decir, cuando formás parte de comunidades sociales, sentís que pertenecés a un grupo, eso es importante para atravesar el malestar, para pedir ayuda y saber que contás con alguien. Debemos tomar consciencia, hablar de salud mental, lo que no se habla no se resuelve ni visibiliza. Hay problemas de salud mental y se puede salir adelante cuando uno tiene ayuda.
 

¿Cómo se puede cuidar nuestra salud mental?

Hay cinco claves y dimensiones que tienen que tener un equilibrio, son del psicólogo Tal Ben-Shahar. Una es el bienestar físico, cuidando el cuerpo, el ejercicio físico es un antidepresivo natural. Después el bienestar relacional, tener vínculos significativos, salir del individualismo. También está el bienestar emocional, saber manejar el estrés, no es que nunca vamos a estar estresados, pero es importante encontrar momentos de paz, por ejemplo con oración, deporte, música, lo que cada uno prefiera. El cuarto es el bienestar intelectual, aprender algo siempre, buscar cosas para aprender. Por otro lado, el bienestar espiritual, que no solo tiene que ver con lo religioso, está relacionado al agradecer, el perdón, con la naturaleza, en los retiros, por ejemplo, nos conectamos con nosotros mismos de otra forma.

Fuente: Boletín Salesiano