Alfonso Bauer sdb a semanas de culminar su servicio como Padre Inspector: “Busqué servir escuchando y discerniendo el querer de Dios”

El día que iba a asumir su servicio como Padre Inspector escribió en un cuaderno cómo quería vivirlo. Pasaron casi seis años y la experiencia de esta responsabilidad, que culmina en enero de 2024, dio lugar a muchas páginas en las que fue delineando discernimientos personales y comunitarios.

Considera que tras este tiempo en que pudo conocer más de cerca tantos lugares y experiencias de vida salesiana, como a sus hermanos consagrados y a laicos, ha crecido en comprensión y misericordia. 

Lo aguarda una nueva misión que lo entusiasma sobremanera porque involucra especialmente su ser religioso, dimensión que, asegura, “lo llena”.

Entrevistado para el BS, el Padre Inspector saliente, Alfonso Bauer sdb, comparte cómo desarrolló este servicio, cuáles fueron sus oasis en los tiempos de agobio, qué aprendió de sus hermanos y colaboradores, qué desafíos afronta la vida consagrada hoy y qué consejo le deja a su sucesor. 
 

Ya pasaron los seis años casi de tu gestión como Padre Inspector. ¿Cómo los viviste?
Como un servicio que la Congregación me ha pedido, y así como he tenido otras responsabilidades asumí este pedido desde la fe. Con mucha libertad y confianza en Dios y en María, particularmente. El día que iba a asumir escribí en un cuaderno que quería vivir este servicio como camino de vida espiritual, es decir, no como un agregado o un funcionario, sino desde ahí entregarme como salesiano consagrado.


Tras la intensa experiencia de esta responsabilidad ¿qué cambió en vos?
Creo que una vivencia así te lleva a una mayor maduración y equilibrio de la visión inspectorial, asumiendo con realismo los límites y posibilidades que toda misión conlleva. Pude conocer más de cerca tantos lugares y experiencias de vida salesiana, hermanos y laicos entregados con generosidad a la misión. 


¿Cómo definirías al Alfonso que cierra este ciclo y se dispone a una nueva etapa?
En mi proceso formativo tuve la posibilidad de conocerme bastante personalmente, mis virtudes y mis límites. Vivo desde lo que soy y desde allí también sirvo y me entrego. Me considero una persona simple y de fácil adaptación a lo que me pidan. Trato siempre de aportar según mis criterios y visión, pero creo que es fundamental el trabajo en equipo. He crecido en comprensión y misericordia.
 

¿Qué nuevos horizontes te esperan en tu misión como sacerdote salesiano?
El servicio de maestro de novicios, es decir la formación del religioso salesiano en vistas a su consagración. Es un ámbito que me gusta mucho y me desafía a la vez, pues uno no puede dar lo que no tiene. Por eso se vuelve una oportunidad de crecimiento. Así como en una familia es bueno que todos crezcan y maduren, así me planteo que pueda ser el noviciado.
Por otra parte, el servicio a la vida consagrada me ha abierto a valorar la riqueza de otros carismas. El no sabernos únicos, los salesianos, sino contemplar tantos testimonios de vida entregada como una armonía al servicio del Reino. Me llena y complementa a mi ser religioso. 


¿Qué es lo más difícil de ser Padre Inspector? ¿Y lo más gratificante? 
Lo más difícil es que te crean con superpoderes y capaz de poder cambiar la realidad como con “una varita mágica”, sin darse cuenta de que sos uno más. Claro, uno es el último responsable... pero los cambios se generan con el compromiso y disponibilidad de todos. Lo más gratificante es la posibilidad de encuentros y poder tener una palabra para muchos, desde grupos, hermanos... una palabra de aliento, de orientación... Constatar la acción de Dios en tantas realidades. 


¿Cómo sobrellevaste el peso de tener a tu cargo las últimas decisiones?
A veces es muy pesado... Yo digo que no me cuesta decidir cuando se llega a un proceso de discernimiento que supone la escucha y maduración de las opiniones. Si eso no se da, entonces sí me cuesta asumir los desencuentros. Me parece que cuando se está en clima de discernimiento, nadie debería quedar herido por las decisiones que se toman.

¿Cuáles fueron tus oasis en los momentos difíciles?
La oración... es lo que me sostuvo, lo que me sostiene. El saber que el proyecto siempre es de Dios y uno es instrumento/colaborador. Confiarle a Él el destino de las cosas...
Otra es el acompañamiento. Tengo que agradecer esta mediación a la que confío mucho el poder contar y confiar para lograr encontrar luz y paz.

¿Qué aprendiste de tus hermanos y colaboradores en este tiempo como Padre Inspector? 
A contemplar la vida de cada uno, con sus luchas, desafíos y anhelos. A buscar lo bueno de cada uno y que puedan expresarlo en la misión. Pude contemplar cuánto bien y cuán queridos son por la gente cuando uno a veces ve las fragilidades. La certeza de que Dios se sirve da cada uno como es... claro, buscando siempre la mejor versión de cada uno...

¿Cuáles son los mayores desafíos que afronta la vida consagrada en estos tiempos?
La autenticidad de vida y el vivir el evangelio con mayor radicalidad y transparencia. Hoy no es cuestión de números, sino de ser quien estás llamado a ser; si no ¿para qué consagrarse? Ser alternativa en la sociedad desde los valores del Evangelio, lo cual trae aparejado ir muchas veces contracorriente. 


¿En qué momentos sentiste más patente la acción de la Auxiliadora?
Con Ella todo, sin Ella nada. Siempre la tuve presente, siempre me acompañó. Desde el día uno le confié el camino.
 

¿Cómo quisieras que te recuerden desde este servicio? 
Como un hermano que acompañó a la Inspectoría desde lo que es, sin doblez, con humildad y confianza, buscando generar equipos de animación. Nunca cambié mi esencia, busqué servir escuchando y discerniendo el querer de Dios. Eso no te absuelve de que no te hayas equivocado, pero no buscándolo. 

¿Qué le recomendarías a tu sucesor? 
Que escuche antes de tomar decisiones. Casi todos tienen siempre una opinión muy distinta de los mismos hechos. Eso puede llevar a veces a la confusión y a preguntarse dónde está la verdad. De la escucha a todos se puede llegar a una mejor decisión. No se trata de llegar solo ni pronto, sino con todos y a tiempo. 

Fuente: Boletín Salesiano Uruguay